Permanencer Hasta El Fin

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“Toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo… Sécase la hierba, cáese la flor: mas la Palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Is. 40:6-8)

La obra de Dios, hecha en y por medio de Su Iglesia militante aquí en la Tierra, ha permanecido desde el día en que fue fundada, y permanecerá hasta el día en que Él venga a cumplir Sus promesas a ella.

Mucho se ha dicho ya tocante a este respecto, pero mientras llega “el fin” (1 Cor. 15:24), seguiremos considerando y a la vez valorizando, las promesas eternas de Dios ofrecidas al mortal pecador por medio de Su Palabra, y anunciadas por medio de Su Iglesia militante aquí en la Tierra.

La Iglesia de Jesucristo el Señor ha sido y es una Institución Divina y Universal permanente, como lo es Él, mas sus miembros son transitorios al vivir aquí en esta humanidad, sujetos al factor que llamamos tiempo: por eso contamos los días y los años, y no podemos evadir la acción de ellos sobre nuestra vida, pues como nos obligan inexorablemente a hacernos viejos, así también nos exponen a cambios y reacciones que muchas veces no esperamos ni deseamos, o que a veces ni aun sospechamos.

Considerando, pues, que estamos viviendo en el último tiempo, aceptamos que lo que debe preocuparnos seriamente es que los días que aún nos quedaren por vivir, no nos induzcan inconscientemente a descuidar el aprecio que merece lo que el Señor Jesucristo nos ha dado a nosotros, Su Iglesia: LA REVELACIÓN DE SU DIVINIDAD, EL PERDÓN DE NUESTROS PECADOS POR EL BAUTISMO INVOCANDO SU NOMBRE, Y LA ESPERANZA SUBLIME DE LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA ETERNA.

El apóstol Pablo dijo: “Así que, yo de esta manera corro, no como a cosa incierta; de esta manera peleo, no como quien hiere el aire: antes hiero mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre; no sea que, habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado” (1 Cor. 9:26 27). En su Expresión, el apóstol Pablo demuestra dos cosas: en primer lugar, la plena seguridad y confianza que tiene en Dios y en Sus promesas; en segundo lugar, el reconocimiento innegable de que con el transcurrir del tiempo, su humanidad pudiera traicionarlo en un descuido.

Dios nos ha hecho privilegiados al habernos llamado para formar parte de Su Iglesia (Iglesia llamada del Nombre de Jesucristo, Su Cuerpo místico aquí en la Tierra), integrada por el conjunto de creyentes quienes lo reconocen solamente a Él como Cabeza, Salvador, Señor, Dios y Padre. Dios y Padre. Mas a cuántos, el transcurso de los días (y los años) los ha hecho cambiar, pues habiendo tenido aprecio en otro tiempo por este privilegio, ha llegado el día en que se ha tornado en desprecio; ciertamente que no lo confiesan con los labios, pero sí lo demuestran con sus hechos, viviendo una vida no precisamente cristiana, sino más bien una vida inclinada a las costumbres de los que no conocen la verdad.

En medio de este ambiente difícil y peligroso para los hijos de Dios, como un grito de alarma que debe de resonar particularmente en cada uno de los corazones de los cristianos que reconocen el peligro existente, se oye el Sagrado Consejo de la Palabra de Dios: ¡“El que piensa estar f irme, mire no caiga”! (1 Cor. 10:12).

Dios te bendiga. Pastor Efraim Valverde, Sr.

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