Y TÚ Y YO, ¿CUÁL ES LA PARTE QUE ESCOGEMOS?

- Detalles
- Publicado: Martes, 03 Junio 2025 05:35
“…unos fueron estirados, no aceptando el rescate, para ganar mejor resurrección; otros experimentaron vituperios y azotes; y a más de esto prisiones y cárceles; fueron apedreados, aserrados, tentados, muertos a cuchillo; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; perdidos por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra…” (Heb. 11:35-38)
¡Qué cuadro! Muchas veces me he preguntado y hoy lo hago otra vez: ¿Quién podría, humanamente hablando, desear una vida semejante, o cuando menos estar dispuesto a vivir conforme y resignadamente, en una forma como se describe en los Textos citados? Lo que el apóstol describe aconteció a hombres y a mujeres en la fe, que vivieron en tiempos anteriores al cristianismo, y si nosotros leemos la historia de este último, encontraremos con asombro que esto volvió a repetirse con exactitud en los hombres y mujeres de la fe en Jesucristo el Señor, que han vivido “escogiendo antes ser afligidos con el pueblo de Dios, que gozar de comodidades temporales de pecado. Teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los Egipcios (del mundo), porque han mirado a la remuneración (Heb. 11:25-26).
Nosotros estamos viviendo en un tiempo y en una parte del mundo en donde no se puede decir que hemos sufrido y experimentado tales cosas, pues “que aun no habéis resistido (sufrido) hasta la sangre, combatiendo contra el pecado” (Heb. 12:4).
Creo que no se necesita ser un observador profundo para darse cuenta al mirar nuestra propia vida y la de muchos de los que nos rodean, que algunos caminamos tan complacidos y distraídos, que pensamos que lo escrito son historias muy conmovedoras ciertamente, pero que nada tienen que ver con nosotros.
¡Oh, amados hermanos míos! Esta es precisamente una de las armas más poderosas de nuestro enemigo: el inducirnos a que nos complazcamos en la comodidad presente, quitándonos el deseo y la determinación de sufrir, al “contender eficazmente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Jud. 3).
Muchos quienes han resfriado sus vidas y desviado sus pasos de “aquel Camino” (Hch. 24:14), no ha sido por ninguno de los sufrimientos que se describen en los Textos antes citados, sino antes por lo contrario, que su humanidad los ha vencido a consecuencia de que ha tomado fuerza precisamente en la comodidad y en la complacencia.
Muchas veces el enemigo nos engaña diciéndonos al oído que nosotros sufrimos mucho, y nos creemos de lo que nos dice y más nos compadecemos de nuestra batallosa humanidad, probablemente tomando por base lo que el apóstol Pablo dice: “Porque ninguno aborreció jamás a su propia carne, antes la sustenta y regala” (Ef. 5:29), y el resultado es que entre más la complacemos, más nos pide y nos reclama, a grado de que vemos con tristeza que hay cristianos que muchas cosas pueden pedir, pero nunca piden la más pequeña oportunidad para sufrir un poco por la obra y el vituperio de Cristo, habiendo olvidado la expresión de aquel siervo de Dios que habló por cada uno de los cristianos, diciendo: “antes hiero mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre; no sea que, habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado” (1 Cor. 9:27).
Gracias doy a Dios que siempre ha habido y aún hay, hombres y mujeres a quienes la Palabra de Dios les dice: “Porque a vosotros es concedido por Cristo, no sólo que creáis en Él, sino también que padezcáis por Él” (Fil. 1:29). Y en la otra parte está el Espíritu Santo diciendo: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente. ¡Ojalá fueses frío, o caliente! Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de Mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo; Yo te amonesto que de Mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo: sé pues celoso, y arrepiéntete” (Ap. 3:15-19).
Y tú y yo, ¿cuál es la parte que escogemos, hermano mío?
“…si sufrimos (aquí), también reinaremos (allá) con Él” (2 Tim. 2:12)
-Pastor Efraim Valverde Sr.
Eres un visitante
o escribir como visitante
Sea el primero en agregar un comentario.